sábado, 18 de mayo de 2013

rural


Te juro que lo intento,
por más que me muerdo las uñas mo consigo comerme los dedos
Vicente Drü

Yo tuve un trocadero de sueños dónde liaba mi sed con tu piel trigueña
un rosario aceitunero al que rezarle brava cuando el deseo naufragaba en brazos del invierno

cortaba tu sombra de espadaña a la medida de mi vientre
hacía viña mi cuerpo de majada intacta dónde vareaban furiosos locos de extrarradio

yo tuve a Lorca una noche en mi cama
y por ojos tenía dos águilas que devoraban la forma con que mirarme
que me hacían frágil antílope a su hambre
y me besaba con barro en las botas
y me volvía rastrojo a su embiste
y me gemía agotado sobre las encineras

yo tuve un campo de cráteres dónde sembrabas el viento en molinillos impares,
un palíndromo de retales que se labraba entre las enramadas
mientras fumábamos a las espera de otra Hiroshima celebrando la llegada del hacha
con la alegría de los locos sobre las cenizas que dejo el césped recién cortado

noches vírgenes de aceite enteras resbalando entre las tejas mi quebranto
mientras contemplaba la migración de altramuces de una gasolinera a otra
catorce veranos durante
tantas cosas que mis manos recuerdan sintonizadas en la radio local

el olor a mi pino infartado infectaba el corazón de mi padre a las puertas de esa navidad vodevil

yo tuve un rosal de tifones amarillos
y un hombre que era Lorca y dormía conmigo
y buscaba un nicho ronco y las respuestas sin curtir que prometían los romanceros del cante jondo
y me zurcía las venas con azada fina
y me subía tan alto que me mareaba

y no,
no lograba comerse los dedos
(le frenaban las uñas)



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