lunes, 20 de septiembre de 2010

after dark

Desgastado el blanco y negro
que dibuja nuestras fotografías,
han quedado un puñado de noches
encalladas en el acantilado
de sus caderas de fantasía,
su rostro, de espaldas al fin del mundo
recorta la silueta del horizonte
y de sus labios brotan
puestas de sol onduladas,
reflejo de ocres y púrpuras incandescentes.

El vaivén de un pesquero
diminuto se pierde en unos ojos
que no me atrevo a mirar
por miedo a que no me reconozcan
como la primera vez que
toda esa marea de emociones
arroyó Madrid inundando
las aceras de Malasaña
de colores y rock & roll nuevo.

El miedo es una opción
y es obligatorio equivocarse
para derribar los muros
que limitan nuestra
confianza y que siguen cuestionándose
si la imaginación es la mejor
de nuestras armas
para cruzar el abismo
entre lo real y los sueños,
que distan menos
de lo que a veces la realidad
quiere mostrarnos,
quizás vergonzosa de tanta
cover que se parece al paraíso,
y sólo a unos instantes
del verdadero Edén:
la tierra
que nos sostiene,
consciente como la madre
que alimenta y protege a sus hijos
del aliento de las flores del mal,
frágil como la piel rasgada
y el rojo de nuestras venas
que tiñe de fuego el mundo
que amortigua nuestros huesos,
perfecta belleza aterradora.

Pocos kilómetros a la espalda
fuera de este pentagrama
de calles en si bemol
y esquinas de silencio salvaje
impregnadas de jadeos
y mucho after dark,
al frente una nave del tiempo
tan rota como al principio,
que sigue rebobinando la historia
cada vez que apostamos
por desordenar el presente,
y nos enfrenta cara a cara
con la máscara de la inocencia
a punto de reventarnos
a un palmo del suelo
y dos centímetros de piel,
nada más.

Será por eso de despertar
entre cosquillas y espuma blanca
de cara a la ventana
de una habitación velada por gaviotas,
o puede que sea su risa
¡ay si su risa apareciera!
Será que es lunes
y llueve más de la cuenta
sobre las palmeras que pinto Simo
muy lejos de aquí,
el caso es que la nostalgia
debuta desde y hasta las próximas horas,
alcanzando el mes de Noviembre
cuando los charcos reflejaban
el temblor de las primeras veces
y la lluvia mojaba
hasta nuestras sombras,
será por mí…
… que la autosuficiencia está tocada,
y que las piezas del tablero se disponen
a darnos otra oportunidad, o no,
y aunque la partida no se pone a mi favor
No queda sino batirnos,
no queda sino quererse,
en la medida de lo imposible,
eso es todo.

after dark .::Tito & Tarantula::.

domingo, 5 de septiembre de 2010

chucu-chucu-chu-piiiii

Duermo deprisa para despertar
antes que las pesadillas
que persiguen mi sueño
desde hace tres años,
vivo desnuda de melancolía parisiense
y me sacudo el blues
tres veces por semana
para empaparme del
pasado romántico de los negros,
chapurreo canciones de Fats Waller
y vuelo a Nueva Orleans
en un DMC DeLorean
con un músico de ojos transparentes,
puro kitsch hispanoamericano,
escribo con las mismas excusas
su nombre y el mío
en tres farolas amarillas,
suena distinto que cuando
empecé a enamorarme,
y lloro por la misma mirada
que decidió que Occidente
cabía en las coordenadas de su ombligo.
Sigo creyendo en los marineros rubios
que se rinden a las sirenas
antes que salvarse,
aunque hace tiempo que
me pican las escamas,
el Mediterráneo sigue siendo
un pedacito de zafiro
que dejé a mis espaldas.
Los espejos siguen reflejando
a Maléfica allá donde vaya,
y me dan el mismo miedo
que hace tres años,
cuando perdí las palabras
en el laberinto de labios cobardes
y besos de cuchillas
que clamaban falsa libertad
en busca de juegos salvajes.
Guardé la memoria
mientras le abrazaba
para mantenerlo en la ignorancia
de las historias de fantasmas,
y como en los fotogramas aislados
de las tinieblas
tengo su recuerdo intermitente,
guiñándome los ojos
a borbotones,
cantando el blues del remero
de cara al Sahara del pecado.
Entre mis pestañas
se reflejan sus manos blancos
adheridas a mi falda,
y entiendo su poesía de lunares
y puertas pintadas con tizas de colores.

Sigue arruinándome el café
para uno,

desgasté el atardecer entre sus dientes
y una radio que sintoniza
al libre albedrío según la tecla
dónde toques,
entonces engulló tres rebanadas de sol
y dijo que
era agridulce…
respiramos, y nos miramos tristes
porque el pianista nos hacía pupa
con su lamento,
no nos lo esperábamos,
... los atardeceres sabían
agridulces.

Cesó el ruido,
y no sé por qué,
nos fuimos sin decir nada.

He olvidado mi vida anterior
con dolor, una y otra vez,
si fumase observaría el pasado
desde una estación de tren antigua
con las piernas cruzadas
y los botines perfectamente atados.
He contemplado demasiadas veces
la misma escena desde fuera,
un corazón azul latiendo enfurecido
por querer enamorarse hasta la locura
y nunca estarlo,
al otro lado, el cuerpo,
el cuerpo negándose a la rendición
del vampiro del tiempo,
con todo ese engranaje de venas y nervios
revestido de rotos y descosidos
maquillado de eyeliner negro
(ante la crisis, las mujeres
nos pintamos de rojo los labios)

El desierto también
puede ser rock & roll,

la comisura de esa luna de ajo,
y sopas de plata para cenar
en cualquier callejón sórdido
que permita a los gatos
afinar los saxos
para hablar de sexo,
de la violencia del sexo,
eléctrico, de-cadente y cabaret
de ligueros ajustados,
del color de las miasmas,
rosa de asesinos
y estrellas de vinilos descatalogados,
fragancia de césped mojado,
deseo de azabache y piel
que se contonea suplicando
la parálisis del olvido
antes de correrse,
sórdida araña demoníaca
que alimenta su rueca
con las pieles del mundo,
ahogando con sus gemidos
el llanto de mil soledades,
que quieren sentirse queridas
violando al amor,
antes que tejer su propio mundo
de telarañas.

Y ahora,
que el ayer no cuenta,
chucu – chucu –chu- piiiiii!!!!
subimos a bailar,
nos dejamos enamorar

que quizá el paraíso existe,
y eso es más que este mar de tejados,
a z u l