jueves, 27 de octubre de 2011

Amnistía

Agosto se marchó
Y de puntillas ha llegado
el otoño de las rosas,

marchito,
cambio el rojo promesa
por la plata grillete,

vacías de vino, las botellas
reflejan los abrazos rotos
tras de la pasión violenta,

en la nevera una nota:
esta noche la puta es otra
y el precio lo pongo yo.

(Amiga, valiente
aunque le joda)

martes, 18 de octubre de 2011

Victoria's Secret

Habitante de la fragilidad permanente
que define a la sociedad voyeur,
se esconde de la realidad bizarra
bajo el pseudónimo
de la exhuberancia,
oculta su despecho
tras la máscara de la frivolidad.
Un apunte,
es más lista que rubia,
de lo que se deduce
que toda esa aspiración dorada,
no es más que otro intento
de aparente ingenuidad
y paliativos de ese vértigo
de saber, que otros la están mirando.

Se repasa el carmín
a prueba de cinismo,
y resulta amenazante
cuando al besar
se relame,
primero el labio inferior,
que después se muerde
entornando los ojos
con un gesto de yegua desbocada,
después el superior,
señalando las coordenadas
de la locura
en su rostro,
que no es más que una latitud
de la sexualidad.
Un apunte,
en su boca fatalista
caben todos los atracos
que la noche guarda
al fondo de los callejones.

Es por eso
que si hubiera nacido
en la década de los ’30,
los soldados de la II Guerra Mundial
tendrían colgada su foto
en los armarios,
y desgastada
de tanto imaginarla
tendida, tan rubia
con sus pechos de granada
apuntándoles
directamente
al bajovientre,
y el mareo de sus curvas
rabiosas
cubierta de barras y estrellas,
hoces y martillos,
runas y esvásticas,
Un apunte:
americanos, soviéticos,
nazis, saldando el amor a trompicones,
en medio de tantos muertos
la masturbación es una tregua
para la memoria
en el campo de batalla.

Pero a falta de sidecar,
conduce un Honda Civic rojo,
practica la enajenación sentimental
con microcirugía:
se ha impermeabilizado
las mejillas de muñeca rusa
con terracotta de Guerlain,
por el retrovisor
se afila las pestañas
con cristales de Swarovski
y el coño curtido
a base de diamantes
que no apagan su sed
de ambición y desenfreno.

Un apunte,
se define desconocida y salvaje,
romántica, superficial,
alocada e imposible.
Todas las noches,
Se sienta al fondo de los bares,
recolocándose la ambigüedad
al mismo tiempo que el liguero
juega a ser inofensiva,
llevando el amor al extremo moral
esclaviza la libertad
de los hombres de barra,
entren sus piernas de tarántula
va tejiendo la mortaja
de su independencia.

Fatal, cruza y descruza
las piernas.
Rubia, le han venido a doler
su crimen y su belleza.
Tarde, repara en que
no es el pianista
ni el marino
quienes la está mirando.

El hombre del sombrero
es un viejo edil
que apesta a whisky
y corrupción urbanística.
y no se tiene de pie.
Un apunte,
en la puerta
no hay ni sidecar
ni yate,
sólo un taxi que huele
a una mezcla de vómito y cacahuetes.

Dentro,
él la empieza a desabrochar la blusa
torpemente,
mientras, ella se deja hacer
y emite ronroneos sensuales
al tiempo que le coloca las manos
sobre sus pecho,
asombrosamente duros.

Los aprieta
y ,
bajo la lencería,
el final que lleva años planeando
se activa
renqueando la inexorable cuanta atrás,
la mujer granada
se inmola frente a la sociedad voyeur
con la sonrisa puesta.

Un apunte,
las páginas de sucesos
no registraron la detonación.
en los anuncios por palabras,
se pudo leer lo siguiente:
“Mujer escrita a medias
busca lector afín.
se recompensa con final inesperado”

jueves, 13 de octubre de 2011

armas de construcción masiva

Yo que tengo un guión de Óscar
para contigo,
no soporto el aliento a palomitas
de las butacas del cine,
y me irritan las manías
del espectador
que se empeña en desmontar el tiempo
de cara a la gran pantalla.
Considérenme egocéntrica,
pero no acepto papeles,
dónde no sea protagonista
con revólver, Cadillac
y al Guapo, por supuesto, de mi parte.

Yo que he rechazado la pérdida del mundo,
no aguanto los seriales
si no vienen de Lynch,
ni eso de poner la vida en la sala de espera.
Podéis llamarme impaciente,
pero no entiendo
esa manía de macerar las horas perras
y beberse el vino añejo,
prefiero la cerveza en latas
que me venden en la calle,
y me declaro enemiga de la Virgen de la Soledad,
la de los Dolores, la de las Angustias,
que seguro, ni estaban solas, ni enfermas
ni eran tan vírgenes,
propongo pues, el culto a San Miguel, José Cuervo
y Jack Daniels.

Yo que he perdido los tabúes (y la ropa) con la morgue,
qué después de eternidades muerta,
me hecho un futuro
de arco iris del revés,
no admito más respeto con los muertos
que no se hayan querido como perros
previamente,
ni hayan arañado lunas
a veinte uñas.
Me podéis llamar sacrílega, profana,
acusadme de blasfema,
y de todo el polvo que levanta la carcoma
en nombre de Cristo,
el único grial que me arrodilla
es su entrepierna.

Yo que ya no admito imposibles carretera a través,
ni tensiones por debajo de 140,
que no quiero atardeceres a medias,
ni sexo sin salvaje ni huellas,
yo que aspiro al fin del mundo contigo
y no quiero más detonación que tu risa cada mañana,
y tus brazos cada abrazo,
y tus besos todos los días de la semana,
y tus botones abiertos…
¿Cómo voy a creerme a aquellos
que se jactan de los sueños?
¿cómo, a tantos que se dicen poetas
y defienden la extinción de la poesía
haciendo de los versos, vitrinas
y de la frivolidad campaña?

Llámenme idealista, ingenua,
ciega, y hasta joven,
discutan mis contradicciones,
globalicen mis motivos
y sáquenme mil peros,
doscientos sin embargos
y la disección de este corazón
de nitroglicerina,
(que espero, les explote)

sigan con sus crisis,
sus patrias,
sus idiomas,
sus banderas,
sus Nerudas y sus Millers,
sus guerras y sus paces,
hagan lo que les de la gana
o no hagan nada,

y a mí luego, no me cuenten historias
que ya no sepa,
ni victorias sin méritos,
ni vengan a verme con la sonrisa a medias,
y me digan con esa mierda de corazón de entretiempo:
“Disfruta mientras dure”

No, yo ya no,
podéis llamarme inocente,
gilipollas, extremista,
obsesiva-compulsiva
y hasta enamorada,
porque yo ya no vivo:
yo ardo,

pero no olvidéis
que tengo ventidos años,
un guión de cine
con final irreversiblemente
feliz
un Cadi, un revolver,
y un guapo conmigo
que se llama Montoya
por quien estoy peligrosamente
colgada,

y no dudaré en usarlo.