miércoles, 22 de agosto de 2012

Perro Aguayo


Y ahora voy a salir a beberme los bares
pa' olvidarme de tí, y volver a vivir
y pasarlo bien padre
(Ranxeira, Mägo de Oz)
Nunca vi al Perro Aguayo temblar tanto,
recordaba sus pestañas siempre firmes,
muy correcto en las formas,
elegante entre las cuerdas,
y sin embargo,
cómo ahora dos badajos de campana rota
le cuelgan dónde los puños
a ese hombre,
pienso que debe hacer mucho
frío ahí dentro,
en la casa del Perro Aguayo,
aunque no se ha quitado la máscara,
hay que ver los ojos tan tristes que se le han quedado
a ese hombre en la foto,
y cómo contrastan con la alegre cantina
y el picante de los burritos
sus ojos de frijol,
de verdad que me hace sentir compasión
ese hombre,
¿dormira por las noches?
pregunto,
¿por qué sigue dándose golpes
si ya no hay combate?
¿acaso alivia su duelo
hinchar la barriga?
de verdad, pobre diablo...
prefiere infectarse la herida con chile,
me muero de pena al mirarlo,
tan triste, el Perro más triste del mundo,
paseandose triste
entre las malqueridas,
cómo un triste Día de Muertos,
fingiendo en las fotos de chiste
un aplomo de barro,
con todos los dientes picados
de tanto tequila,
ese hombre... ¡vendido!,
rodeado de pinches cabrones
cantandole tristes corridos
al Rey de Jalisco,
colgando la soga al burrito
izado entre aplausos
confeti y rancheras,
llenando su boca
de pesos,
le muelen hasta los huesos,
y a golpes le abren las tripas
al hombre más triste del mundo,
que finge
curtidos nudillos,
rodillas de acero,
los ojos los tiene inyectados en cuero,

ese hombre con nombre de Perro,
más seco que un olmo,
que tiene la piel de piñata.  



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