jueves, 19 de noviembre de 2009

yo quería ser Jazz


Hace horas que afino escalofríos
que me templan las vértebras
como parpadeos intermitentes,
no son neones,
un reguero de estrellas plateadas
brilla incandescente
en la hendidura de la memoria:
latido diurno de asfalto
+
un sol que ciega en Paradise City
detrás de una luna muerta
rasgada de horizontes que siempre
terminan en azul.
No entiendo nada
más allá de que estamos
es primera persona del plural.
Así que podría haber diez mil fábricas
de pólvora negra explotando simultáneamente,
llenarme los bolsillos de cadáveres,
crisis, pandemias
o paz en la franja de Gaza,
me hubiera dado igual
sólo pensaba en evitar distancias
en el fondo de sus ojos...
el mundo estaba perdido y olvidado

como dos objetos surrealistas
demostrando una reencontré azorada,
sopesé amenazante la ausencia de palabras,
el silencio improvisaba
poesía transgresora
en un aforo limitado,
íntimo,
no distingo obscenidad de sinceridad...
sin rumbo concreto
caminamos contra el tiempo,
se hablaba a sí mimo
sus ojos esquivos quedaban suspendidos
como brasas en sus cuencas,
sin mirarme,
sin mirarnos,
nervios palpitantes,
¡quería reír! ¡quería llorar!
quemarnos vivos en la parte de atrás...
Si, el mundo no tenía existencia
y estabamos vestidos de incomprensible soledad,
vendados,
pensé más tarde,

mantuve el equilibrio
a punto de perderme en su aliento
no,
No,
NO,
ominoso conjuro que me había
narcotizado la vida,
aturdido y acobardado las caricias,
delimitándome cercana,
lascivamente hipocondríaca
a punto de la felicidad
como suele pasarnos
a los abonados al casi,
entonces
entre el todo y el nada
fluctuaba un éxtasis ascendente
que me paralizó como los vapores de una droga,

se fue
.

Con el corazón desviado tome el camino de vuelta,
todavía no había leído que “todo es camino de ida”
y no encontré palabras para decir adiós.
Cada cual acompañado de su propia música
interpretó su despedida.
Regresé al Bukowski
tambaleante de frío
y brinde con Inés
por la inmortalidad de los soñadores
y la realización de los sueños,
discutí un poco con la luna
un poco borracha quizás,
con la sonrisa magullada quizás,
leímos en voz alta pasajes de Ginsberg
y así nos redimíamos
de un anhelo insoportable
o quizás no,
los músicos de jazz
se abandonaban al espejo de la noche
para arder en un incendio sin fondo...
llegarían a casa
y le harían el amor a sus negras
obsesionados con sus cuerpos
de pantera,
cuando hubiesen perdido
las facultades mentales
explotarían en su matriz
desbordándolas de semen, sudor y swing
todo resumido a ellas,
porque eran de ellas totalmente,

... pero yo estaba en la calle
tambaleante de frío,
reclamaba un cóctel de barbitúricos
mientras él probablemente
mantenía un sensual diálogo con la arena,
a través de Marilyn,

quería follar con él hasta la parálisis

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