jueves, 5 de noviembre de 2009

Confesión



El mundo empezó a dar vueltas
frenéticamente,
hubo una vez que creí que follar
tenía que ver con el amor:
el amor carnal, quizá.
Para entonces
parecía que iba a dejar de marearme
cada vez que uno de esos hijos de puta
me la clavaba
hasta el fondo,
creía en el dolor
que producía el placer
mientras todo se desordenaba
armoniosamente a ciegas,
mesas cojas,
teléfonos descolgados,
perfecta incomunicación,
lluvia negra casi transparente
y dedos
adheridos a las curvas
de mi espalda
arrastrando las consecuencias
de siempre:
actos (im)puros
que ensucian de remordimiento
el jodido amor.
El problema
(o la suerte)
es que no había conocido
un pasado mejor,
para hablar
de las ruinas humeantes
que deja un puto No de labios
de un hombre, o de una mujer,
la ausencia de monosílabos
todavía me aniquila...
aunque vuele con alas
de tequila barato
alcanzaré sus manos,
después de arder
y reducirlo todo a un campo de rastrojos,
antes de la última envestida,
seremos cenizas
sofocadas y candentes,
cómo dos leños
sujetos a las raíces de una tierra
que no nos pertenece
esperaremos el hacha
con la alegría de los locos
(a veces olvido que el mundo
es un lugar lleno de fantasmas tristes)
supongo que se me llenan los ojos
de rabia cuando tropiezo
con ciertas realidades,
como cuando me impiden que lo haga,
le patearía las espinillas
hasta que el calor le abrasará las entrañas,
y me invitará al infierno
de su cuerpo de pecado,
le ladraría desvaríos
hasta que me partiera los labios,
y de su puño y lengua,
me escribiese
versos con los hilos de sangre
que recojan sus dientes,
o me escribiese canciones,
o un himno de paz
sin tregua
desde la nuca hasta los talones,
... que me arañen todos
esos gatos acústicos
que terminen sus solos todos esos músicos
que no conozco
si después
me va a dejar joderle por el placer de joder,
si yo también voy a dejarme...
si yo también voy a prenderme
un puñado de estrellas
entre las piernas
que simulen el cielo
de una noche de agosto,
pero eterna,
que yo también quiero ir con él
a la luna,
y a Agra, y a Nepal,
y a donde nos lleven los vientos Alisios
o un par de canutos de hierba.
Me estoy colgando
del hombre más increíble
de la tierra...
y sólo soy capaz
de pensar en
acariciarle la espalda
como se acarician los costados
de un león
...
espero que me devore.

¡Qué soy una enferma
ansiosa de amor!
o la ninfómana que dijo tu madre
complaciente y nunca realizada,
o simple suicida,
esclava de un pasado trágico,
soñadora de un ideal imposible,
romántica, enemiga de Bécquer,
irreverente, idiota,
profundamenteCrédulaYconfiada,
en fin,
abandonada sin reservas
a los placeres supremos
de la insensatez
y la utopía,
que quiero que me enseñe
el sitio donde teje sus sueños,
donde escribe sus inquietudes,
para besarlo
en silencio.
Que casi le pierdo...
que he llorado como una niña
por eso,
y no se lo he dicho,
que también se me hace un nudo en pecho
cuando después de decirnos todo
le desvío la mirada
y me maldigo
por quererle como en las canciones
y callarme como las putas.
Que le entiendo de sobra
cuando me toca desde lejos
y le rechazo rabiosa...
que le entiendo de sobra
cuando echa de menos su casa,
sus olas, su madre,
cuando odie las calles
a las que siento que pertenezco
y las que no,
que creo en él
más de lo que imagina.

Hubo un día que perdí
la vergüenza
en el atril de un bar,
además del abrigo
y la piel de nylon de las rodillas,
antes
había perdido la inocencia
en los brazos de caras anónimas
que fueron diluyéndose
al fondo de vasos
siempre medio vacíos,
perdí el interés,
“creí que follar tenía
algo que ver con el amor”
(bis)
hace poco que
me reencontré con todos los sueños perdidos,
que el sol aún calentaba
a los varados en las aceras,
que me había citado con él perfecto desconocido
que de la noche a la mañana
me hizo dudar
si mi ciudad
era la que se describe en el génesis
hace minutos que pienso retarle a comprobarlo
como se hacía en el cuadrilátero
cuando los boxeadores no usaban guantes,
asaltos ilimitados,
tiempos muertos
para calmar las heridas
y tú,
Jake la Motta,
y yo,
Vickie Thailer,
buscando en el ring la manera
de abrirnos paso
a la
belleza de la realidad,
sin ideales
a golpes
como la vida misma

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