viernes, 2 de julio de 2010

Patricia

Lleno páginas hablando de fracasos frente al espejo de Venus y otras muchas derrotas cuando se trata de cicatrices frescas (manía la mía de congelar las heridas junto al resto de refrigerados). Es cierto que tropiezo más de la cuenta con ese saco de corazones amputados que llevo por mochila, al menos más de lo que me gustaría.
Luego cuando abro este cuaderno, si no me conociese yo también pensaría que de verás la suerte me ha dao de lado en este campo, que me ha ido verdaderamente mal o que soy una quejica profesional (que no digo que no, mi madre no se cansa de llamarme rebelde, eso sí, siempre con la sonrisa puesta)
El caso es que si abro este cuaderno y me pilla con las defensas desorganizadas, las mismas líneas en las que buscaba consuelo me pegan un bofetón de autosugestión que me deja los párpados hinchados y el negro por bandera ensuciando de tristeza los episodios de mi otra realidad.
Y digo otra, por eso, hoy quiero decir algo que me recuerde en futuros inciertos todo eso que también tengo y sobre lo que nunca escribo, y entiendo, que si no lo hago, es porque me hace tan feliz, que me hace olvidar que yo también escribo porque estoy jodida:
Tengo un tesoro que lleva ya conmigo dieciocho febreros, dieciocho inviernos que se derriten a la luz de su sonrisa de cuento de hadas, dieciocho años con sus 6570 días del mejor regalo que pueda desearse.
Anda y el mundo entero se pone de acuerdo para girarse y mirarla, se ruboriza el sol si ella guiña los ojos porque le molesta cuando le da de frente y gruñe que quiere unas gafas buenas, por supuesto mi madre le da la razón (a ella y al mundo)
Es un torbellino de emociones y alegría adolescente que tan pronto puede amar con pasión, como pedir a su road-movie que corte que ella se baja. Es un manojo de nervios y despreocupación impredecibles, es vitalidad y ternura 25 horas al día, es nostálgica con los amigos lejanos, divertida y payasa en el mejor de los sentidos, perfecta artesana de la risa, escudo de tempestades, escuela de rock, es la mejor banda sonora de la casa.
Siempre vestida de cariño y buen humor, ordena y desordena, la vida se construye o se derriba al compás de sus latidos… respira.
No hace falta que os diga que ya hace años que además de mi hermana, es mi mejor amiga. Que no sólo hemos compartido habitación, colegio, veranos en el pueblo, canción favorita o alegrías a granel, es que también conocemos los fantasmas que más nos asustan y nos cobijamos con la misma manta del frío, que no es otra que los brazos de mamá y papá, siempre cálidos y dispuestos.
Sospechareis y acertados que además tiene la llave de todos mis secretos, que conoce de sobra los fotogramas de 8mm que revelan esta historia a veces comedía, a veces tragedia, pero siempre juntas. De todo este sendero abarrotado de felicidad que baila al son su pestañeo. Alegría explosiva que se expande reventando las esquinas de música y de colores. Porque esto sólo se entiende bajo las ocho letras su nombre, que desde que tengo memoria han sido y son el mejor paisaje de my own world.
Entendedme entonces si os digo que es obligatorio levantarse si es por ella. Entended porque no pienso rendirme nunca. Entended que solo ella sea motivo más que suficiente para creer y descreer en dioses, bendiciones y religiones todas.
La medicina se reduce al lunarcito que se le cae a medio silbido del ojo derecho, allí dónde se forjan desvelos de luna llena, allí explosiona la Vía Láctea para perderse entre su pelo.
¡Cómo no iba a apostarlo todo a su mirada! Si en sus ojos está el mejor poema que se haya escrito de amaneceres de espuma, de atardeceres de mantos de hojas, de lluvia fina, de hierro puro.
¡Cómo no iba a perder la cabeza el día en que fui consciente de que tenía el mejor regalo sentado encima de la mesa, inventando canciones y rimando turrón con serdito volador!
… cómo voy a encontrar las palabras que la definan… que me definan, si ella es todas cada mañana,
cuando se despierta, sonríe y me dice perezosa:
-¡Hola nana!-
Entonces pienso no hay mejor desayuno para empezar el día, y el mundo me da la razón una vez más:
S O N R Í E
,Patricia llama a mamá para que le suba la persiana.


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