jueves, 7 de noviembre de 2013

Doppelgänger



      Mudé las ces por un diastema el día de mi primera comunión,
después rompí todos los álbumes que probaban como me atragantaba con dios cada domingo,
-créeme, debe ser emocionante pensar que te tragan vivo,-
no sabía que era judía y tenía la boca llena de sangre,
¡piedad!
sea dádiva para el jaguar esta rabia, esta limosna.

Nací de un parto de gules
las llamas prendieron en mi memoria tantas veces el Santuario,
hacía un frío que secaba la lluvia hasta tornarla arena
-Yo no quiero ser un baul de coyotes –
decía,
quise a hombres, montaraces, rednecks de Stetson de fieltro
mi vida ha sido un swing gobernada por el dios de los trileros,
una partida de pinball en la que siempre faltan monedas.

-Tengo una reserva de camaleones donde las agallas y una torpeza para el compás
que me excluye del baile pero me posterga a la autopista-

cedían las gomas de la mascara
y ¡ah! esta bata…
esta bata a la que le couelgan los hilos del poema por todas partes,
tiré de ellos para aliviar mis costuras,
para escapar a Dixie
y atravesar la Facultad pendiente de lianas-auxilio
-soy un aserradero de palabras-centauro
un escaparate de nostalgias
una caja de pirotecnia de segunda mano,
una partida de alter-egos que sólo resta
una impaciente-

-a la gente que conozco le basta una bilocación para empezar a medicarse-

y me di cuenta tarde,
con la resignación de los damnificados que ha dejado el cine Western,
en esta, la otra orilla,
desde aquí rezo a los epitafios de mujeres-quimeras que yacen en el pantano de mis fetiches,
les robo sus nombres con vehemencia
como si así pudiera sorberles la savia aspiro los mismos cigarrillos que Lula, Perdita, Perla, Mallory, Ava, etc…

y es que yo no tengo un muerto en Sinaloa,
un marido en la cárcel que desconoce a su hijo,
¡ni siquiera me he acostado con un hombre que se excite con los aerosoles
!
soy una farsante, una tramposa, una muchacha-ficción
que intenta salvarse como puede de la tosquedad de su suerte,

penitencia para esta sierva sin más muertos encima
que un James Dean Gigante bebiendo Pepsi al Este del Edén
que un Jim Morrison probando el calibre de su horca ardiendo mesiánico como si lava llamase a lava,
piedad conmigo misma
efigies de este siglo,
escritores, compañeros:


-No se inyecten Metedrina, por favor- 



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gules