miércoles, 19 de junio de 2013

La nada

Al capitán Willard

Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo
(Salmos 82:8)

This is the end
(Jim Morrison)

.
Refulge ácido tras de los huesos Caronte el Estigio se desquicia concéntrico y yo traigo la rama dorada de los creyentes oblicuos y taxativos a los que sus alas de gigante impiden marcharse y descarrilados en la jungla-helicóptera sobre raíles la fiebre alienta de inmensidad sus cuencas indolentes hombres-albatros,

            Quise una misión y por mis pecados me la encomendaron
Aún cuando el NAPALM no mata hiere

qué hacer con esos hombres fabulosos que el bestiario acuña en las entrañas de Saigón
fosa monzónica de heraldos tristes donde hasta las serpientes mueren de sed,
todavía reverberan sinuosas la enjambrera de valquirias
    y el opio ya no alivia cuando,
¡cuánto más te he buscado despiadado acúmetro entre las ruinas de la clepsidra amarilla!

¡Oh, leitimov devaluado, acepta de mí este cáliz irracional, ecuestre
declama tríptico otro otoño circular sumidero blindado de meandros dónde las coordenadas de la guerra son i-rectificables y parapléjicas,
bendice el nombre con que solía acostarme!
  cuando solía,

Y cazaba pájaros-mortero hasta enrubiecer los cazas con que me mentía
   y me mentía
hasta pinchar las ruedas del autobús azul con demasiados ataúdes de repuesto que empañó de colectiva la memoria y empuñó sus tibias en la más tenebrosa casa de empeños

ahora qué hacer con este altar venenoso de inspiradores cadáveres donde el infierno impera sembrando de herrumbre el cuerpo errático
subyugado el verbo, devorado por las aspas del Ventilador batallo en las alambradas la más salvaje de las barbaries:

 Mi alma índiga de hambre sucumbe al son de los tambores 
 arrojadiza                                                                                         
    sólo se acuerda


           del horror… el horror




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