sábado, 15 de agosto de 2009

Canción de noche

El aire y su compañera la noche me susurraban para quedarme. La soledad me ofrecía una sincera pero sosegada amistad en una cama de plata. Derrotado por la mas fuertes de las armas. Acobardado por lo imposible,… A veces me preguntaba: ¿de que servía tener a esa belleza a mi lado, si me dejaba llevar por ti? Clarisa siempre estaba callada, lo sabia y siempre se contenía sin decir nada. Aunque aquel cuerpo un día me hizo temblar ahora mi mente la tenia otro lugar, de colores claros y edenes ficticios, de pompas de jabón y noches en vela, de ilusiones muertas y sueños rotos. Ella aun siendo niña me observaba en mi manera de olvidar a la otra chica, no quiero recordar su nombre, con los puños cerrados y entre palabras entrecortadas por lamentos, notaba mis suspiros y me cogía fuertemente la mano, me veía lanzar cartas de ese balcón que había creado junto a otra persona, letras con voces que volaban y se quemaban en el aire pero forjadas a fuego en mis recuerdos. De vez en cuando Clarisa entraba en mi cama sin preguntar y me agarraba, me abrazaba fuerte hasta que el sol clareaba, en cambio yo revivía en ella noches pensando en otra, siempre la misma canción, siempre aquella voz de sirena y siempre aquel grito a la misma hora. Como decía Neruda: es tan corto el amor y tan largo el olvido.

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