Octubre – Lowell
Allen recita a Shakespeare, el pasaje favorito de Kerouac: “Cómo
mi ausencia como un invierno ha sido… ¡qué escalofríos he sentido, qué oscuros
días he visto! / ¡Qué desnudez del antiguo diciembre por todas partes!” Es casi
justo la época del año en que murió. Árboles enhiestos y desnudos, sábanas de
hojas caídas. Dylan y Ginsberg sentados en el suelo, piernas cruzadas,
observando una placa de mármol pequeñita, medio enterrada en la hierba: “TI-JEAN
(pequeño Jack), JOHN L.KEROUAC, Mar.12, 1922 – Oct, 21, 1969 – VIDA CON HONOR –
SU ESPOSA STELLA, Nov. 11, 1918-.”Dylan va afinando su Martin mientras Ginsberg
hace que su pequeño armonio portátil aliente sus notas por el prado. Muy pronto
toma forma un blues lento en el que ambos intercambian versos, y luego Allen se
introduce en un poema improvisado a la tierra, al cielo, al día, a Jack, a la
vida, a la música, a los gusanos, a los huesos, a los viajes, a los Estados
Unidos. Yo intento mirar a los dos tal como se me aparecen en ese momento, sin
ninguna idea especial de quién o qué son, sino intentado simplemente verlos con
un propósito secreto en la cabeza. Cada uno de ellos opuesto pero aun así en
armonía. Vivos y cantando a los muertos y a los vivos. Sentados directamente en
la tierra, encima de los huesos, debajo de árboles, y oyendo lo que oyen.
Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera. Sam Shepard
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