Mudé las ces por un diastema el día de mi primera comunión,
después rompí todos los álbumes
que probaban como me atragantaba con dios cada domingo,
-créeme, debe ser emocionante
pensar que te tragan vivo,-
no sabía que era judía y tenía la
boca llena de sangre,
¡piedad!
sea dádiva para el jaguar esta
rabia, esta limosna.
Nací de un parto de gules
las llamas prendieron en mi
memoria tantas veces el Santuario,
hacía un frío que secaba la
lluvia hasta tornarla arena
-Yo no quiero ser un baul de
coyotes –
decía,
quise a hombres, montaraces, rednecks de Stetson de fieltro
mi vida ha sido un swing
gobernada por el dios de los trileros,
una partida de pinball en la que siempre faltan monedas.
-Tengo una reserva de camaleones
donde las agallas y una torpeza para el compás
que me excluye del baile pero me
posterga a la autopista-
cedían las gomas de la mascara
y ¡ah! esta bata…
esta bata a la que le couelgan los
hilos del poema por todas partes,
tiré de ellos para aliviar mis
costuras,
para escapar a Dixie
y atravesar la Facultad pendiente de
lianas-auxilio
-soy un aserradero de
palabras-centauro
un escaparate de nostalgias
una caja de pirotecnia de segunda
mano,
una partida de alter-egos que
sólo resta
una impaciente-
-a la gente que conozco le basta
una bilocación para empezar a medicarse-
y me di cuenta tarde,
con la resignación de los
damnificados que ha dejado el cine Western,
en esta, la otra orilla,
desde aquí rezo a los epitafios
de mujeres-quimeras que yacen en el pantano de mis fetiches,
les robo sus nombres con
vehemencia
como si así pudiera sorberles la
savia aspiro los mismos cigarrillos que Lula, Perdita, Perla, Mallory, Ava,
etc…
y es que yo no tengo un muerto en
Sinaloa,
un marido en la cárcel que
desconoce a su hijo,
¡ni siquiera me he acostado con
un hombre que se excite con los aerosoles
!
soy una farsante, una tramposa,
una muchacha-ficción
que intenta salvarse como puede
de la tosquedad de su suerte,
penitencia para esta sierva sin
más muertos encima
que un James Dean Gigante
bebiendo Pepsi al Este del Edén
que un Jim Morrison probando el
calibre de su horca ardiendo mesiánico como si lava llamase a lava,
piedad conmigo misma
efigies de este siglo,
escritores, compañeros:
-No se inyecten Metedrina, por
favor-
Olé. No, Cris, que tú eres real! Me ha encantado.
ResponderEliminar