martes, 13 de septiembre de 2011

Veravierno

Me duele la boca
de tantos versos que me callo,
y los párpados de aguantarme las miradas
detrás de esta pantalla esquiva.

Parecía ayer que rescatábamos
los tirantes y las sandalias
de la cárcel del armario sombrío,
para dar paso a un sol
que se desperezaba rugiendo,
abriendo la madrugá’ a navajazos amarillos
que empezaron a filtrarse
por las pestañas de las persianas,

el calendario de verano
empezaba a deshojarse,
y yo te conocía vergonzosa
fruto de la casualidad
de la nostalgia que tenía colgá’
en los bares de estíos pasados
que acumulaba entre los dientes,
la caducidad de las promesas incumplidas
me devolvían al origen,
me traía a ti,
junto a los días largos,
en que aprendí a quererte
y me enseñaste a a hacer de la literatura tú,
le diste cuerda a mi corazón, tú
y el coño en ristre, tú.

a la luz de las bombillas azules
y el desaliño premeditao’ de los poetas,
las campanas se desataban para mí,
y parecía ayer,
que me llenabas de tesoros
las alforjas de los labios,
que envolvíamos un alijo
de sueños de contrabando
en las sábanas de piel mojada
y los echábamos al maletero de esta,
nuestra historia.

Nuestra historia de verano adolescente
que nos ha devuelto los quince
a golpe de cerveza y morados,
el naufragio de los versos
con los que me has llenao’
el verano de Malasaña,
tú,
que has disparado tanto
desde la trinchera de la poesía
contra el imperio de autómatas
que hace legión en las ciudades,
que te caíste desde tan alto
para levantarte y contarlo,
qué eres capaz de levantar la tierra
sobre la testarudez del mundo,

tú,
que me has hecho entender el lunes
cómo el mejor de los sábados,
qué has desahuciado la vulgaridad del domingo
para enterrar el mito de las despedidas,
tú, que has traído el mar a esta playa de asfalto,
qué me estás llenando de paraísos
las horas muertas,
qué todo lo llenas tú,

¿dónde mis demonios de medias tintas?
¿dónde la mediocridad del gran vacío de invisibles?
¿cuándo ese pasado que corría tras de mí?

Ahora tú,
haciendo malabares con el tiempo perdido,
redescubriendo contigo
que el cielo no es más alto
que la impaciencia de los ascensores,
dónde la noción del espacio
es igualmente provocadora
desde que el mundo se hace y se deshace
en cada una de tus sonrisas,
de primer hombre,

porque he comprendido,
que eres eso,
el ecuador dónde los vientos alisios
han cobrado en sentido
que merecían,
desde dónde quiero el ayer de bandana
y el mañana de sombrero de fieltro,
ahora que el invierno se ajusta la botas
y espera pacientemente
entre las bambalinas de nuestra memoria,

y a mí también me va a doler la risa
cuándo vuelva la rutina de dentistas
de lunes a viernes,
ahora que se dispone a darnos de ostias
con el calendario de las jodidas 8 horas,
pero esta vez no,
este año no va a haber bailarinas ahorcadas
que pendan de los cuartos,
ni exilio de musas
ni siquiera vas a tener que cortarte
la melena, rock star ;)

Que aunque vestido de noviembre,
mago,
sabes forjar los solsticios, todos,
y devolverme a Arizona,
aunque Arizona no sea otra que Tirso de Molina,

y no obstante me va a doler que el verano se despida,
y yo con las cuerdas vocales paralizás’ de tantos silencios
cuándo alrededor,
todo lo que no seas Tú,
se me antoje hostil, frívolo y pequeñajo,
y luego me pidan palabras para definirlo
y piense,
joder, si es que no vais a entenderme cabrones,

¿cómo va entender el transcurso de las estaciones
quién no sabe lo que es el verano de las hojas nuevas?
cómo, el traqueteo del maletero lleno de futuros
atravesando del puto desierto Sonora de lunes a viernes,
qué es nuestra peli sin final ni absoluciones,

¿qué hacer para despertar el murmullo
de relativos y fantasías,
ahora qué él es motivo, aliciente,
promesa de absolutos
y escapismo del tránsito?

¿cómo acallar el sentimiento
que me repta por la garganta
y se estampa contra el muro de los labios cerrados
cuándo pregunten por mí,
y la respuesta seas tú?

cómo explicar,
que acepto el reto del invierno
en veintidós años,
a mí, que me duele que el verano se despida,

qué ahora que el sol es Él,
es la primera vez
que me voy a dar cuenta
que nada eché de menos
que no fueras Tú.

lunes, 12 de septiembre de 2011

a Antonio Vega

Te llevabas muriendo veinte años,
y eras tan joven
cuando adulteraste el pop casposo,
con esa sonrisa acústica y tímida tuya
que susurraba las notas de su historia
a toda una generación

el joven fruto de la relatividad,
que se hacía icónico
mientras la vida se le derramaba
por las calles de Madriz,
él, muchacho indómito
que hizo de las aceras su guarida,
buscando cobijo
a la intemperie de la noche
viciada de trampas y muerte
en los baños de los bares,
dosificando la felicidad en gramos,
que hicieron del viaje al infierno
una metáfora de paraísos artificiales,

y tú tan joven,
pagando con la vida el idealismo
de esos locos ochenta
que te sobrevivieron,
con la deuda permanente
del que vive colgao’
de las agujas infectas de toda esa puta mierda,
que marcó en tu rostro
el mito:
los abismales ángulos
de yonki guapo
que te consumían,

eras tan joven,
tú, con la fragilidad del mundo, este,
a cuestas
y sin recursos pa’ manejar la vida sin destruirla,

rebobinando la película del desenfreno
cada mañana
en tu jodido western
dónde el caballo monta al jinete
en un rodeo de locura
que se consume voraz
entre los últimos parpadeos
de las luces de neón,
que se apagaban,
dejando abiertas las salidas de incendios
por si tocaba correr.

Tú,
gigante,
desengañado de tanto rentabilizar la nostalgia,
que casi podías ordenarla.
Doblegado a esos fantasmas terribles de plata
que te persiguieron hasta el final
como los monstruos de las pesadillas,

blanco de exceso sin treguas,
de picos sin valles
dónde sólo importaba el ahora,
Antonio y Vega,
planetas en órbitas opuestas
indispuestos a entenderse,

el cantante intimista,
el joven visionario
tú, que conociste Orión
y te quedaste en esta Malasaña
de barras de colores
y escaparates de alquitrán y mentiras,

tú, huyendo de la cotidianeidad
dentro de esa espiral maldita
dónde todas las armas son de doble filo,

tan joven,
que llevas muriéndote veinte años
y estás más vivo que nunca.