miércoles, 30 de septiembre de 2009


Me alejo de tus pinos, pero será por poco tiempo. Se que me perdonaras, se que me perdonareis. El recuerdo muchas veces abordara mi mente y te echare de menos. Me voy diciéndote adiós con la mano pero quiero que tu te quedes ahí, quiero que flotes tranquila en ese azul en calma, donde reposa el sol. Cuida de todos, ya que no lo hare yo este tiempo. Pensare en ellos, me acordare de ti y quiero que cuando vuelva nada se haya movido de sitio. Te empapelaría enterita de fotografías y recuerdos, me seguiré emocionando cuando aterrice y vea esas líneas que forman las salinas. Cuando los almendros estén en flor volveré a pisarte y me abrazare a mis amigos. Tocare las puertas del cielo y me abrirás.

En ningún sitio del mundo brillan así las estrellas . En ningún sitio veré morir así al sol.


Blues day


Como aparecer en medio de ninguna parte,
pisar con firmeza el precipicio,
sobrepasarlo,
escurrirse entre las piernas del viento
y respirar,
abarcar toda la luz con los brazos
sin dejarse las palabras entre dientes,
decir extravagancia en japonés si te atreves,
rock & roll ceñido a tus caderas
morderse las venas
releer a Kafka
mientras la lluvia insiste en atravesarte la piel,
lamer las paredes de la inconsciencia,
arrastrarse
por debajo de la mesa,
redactar memorias en espirales púrpuras
en los servicios de la facultad de Geografía-Historia
“Hendrix me hizo el amor aquí”
llenarse los pulmones del aire que falta,
marcar con Eding amarillo equis X x X
- Manos
- Boca
- Lo de adentro
DesintoXicarse después

Envolver el tiempo
en un pentágono de hogueras azules
fumar,
fumar hasta prescindir de stairway to heaven
reírnos de las palabras bonitas,
posar para Warhol,
me lÍo una amapola en el pelo,
lÍame con lírica lunática
liaRte ligeramente entre mis ligas
l
i
a
t
e
ser libres
aunque los demás no lo sean,
¡libres sin avisar
de una puta vez!

Tentar al vértigo,
ya no existe la palabra “soledad”
dejar de dominar el mundo
pensar en cerrar otoños
o encerrarme en ellos,
pensar en agua arrastrando los vómitos
pensar en urinarios portátiles
y noches difusas
de alcohol y versos underground “sufro más de la cuenta” (Cobain)
pensar en mí
en él,
rescribirlo
pensar en...
retorcerse entre sábanas
o en colchones vacíos
volver a intentarlo,
lo del mundo y yo
¡mierda! Si pudiera no estaría tan perdida,
... ni Él mundo tan presente

Follarse al destino
a la sombra de un muelle,
escupirle los besos más sucios
sin dar explicaciones,
guardar las formas,
las mías digo
show me the way to the next Vegas bar
entrar
y entenderlo todo
"You know the day destroys the night .
night divides the day "

así que baila!

martes, 22 de septiembre de 2009



Se llamaba Mario.
Vivía a dos calles de la Plaza de Oriente. De agua fresca su mirada y perfecto rubio. Crecieron juntos y embellecieron al compás de su Madrid natal.
La veneraba, su corazón latía al ritmo de sus pestañas. Ella se sentía afortunada de tenerlo, amigo, confidente y primer amor. Sabía que de puntillas rozaban la perfección. Ocupaban sus días fotografiando cada uno de los recovecos de la ciudad. Como musa y poeta, como pintor y lienzo. Se necesitaban porque se querían.
Un domingo de lluvia, el último de los que pasaron juntos antes de la despedida de Patricia, caminaban bajo la sombra de los inmortales cipreses que coronan el camposanto de San Isidro. La lluvia les salpicaba en la cara y les mojaba el pelo. Sonreían sin mirarse, sin decir nada. Paseaban despacio, saboreando el olor que el agua arranca a la tierra. Entre flores marchitas y piedra mojada, el viento silbaba tímidamente y mecía las flores de plástico en una danza hipnótica. El sol parecía enterrarse entre lápidas torcidas y nichos abiertos. La necrópolis afinaba sus cuerdas para entonar un réquiem de dulces tormentas. Disfrutaban de la belleza del silencio eterno. Dirigían sus pasos al patio de San Pedro, a medida que avanzaban se amontonaban las hojas, se silenciaba el espacio. Tallas de ángeles y vírgenes se alzaban en armonioso desorden, conformando una estampa lúgubre pero armoniosa. En el corazón del laberinto inmortal se erigía un panteón que la hiedra trataba de ocultar. Sobre el mármol lloraba un arcángel de piedra gris y ojos vacíos. Entre sus alas yacía una rosa roja. Él la tendió su mano, ella la agarró con firmeza y desaparecieron entre las sombras del monumento para dar la espalda a la estatua mortuoria. La besó como se besa cuando el mundo se agota. Entre la penumbra negra y el crepitar de siete velas se juraron amor eterno. El tañir de las campanas selló el juramento de amor inmortal
... mientras la lente de vidrio desdibujaba cada pliegue de su cuerpo, cada suspiro.