A Julio Arce,
por sus fantásticas clases de
Música Popular Urbana
No hay tierra sin
pueblo, puede haber pueblo sin tierra: La música conforma las naciones
Peter Welles
Esta es la idea que Peter Welles defiende en la conferencia
sobre la música popular cómo pilar de la identidad americana.
Estados Unidos es la tierra del nuevo mundo, sus mitos son
muy diferentes a los que se honraba en la vieja Europa. El tren, la
construcción de esa red de arterias que comunicaron la costa Este con el
romántico Western, a manos de manos negras, que encontraron en la música una
vía de escape a esa condición de esclavos. Fueron los afroamericanos quienes
enseñaron a América a reírse hasta de su mala suerte, quienes entretuvieron a
su burguesía desde los Ministriles, o a no pisarse los pies bailando un rag
time capaz de convertir el tiempo musical en jirones. Hasta la presencia del
banjo, icono del cine del Oeste, es herencia negra.
Por todo esto, no es de extrañar que las primeras canciones
narraron la vida de estos, allá por 1896 con un todavía desconocido Stephen
Foster.
La Edad Dorada de la música popular norteamericana tiene su
estandarte en la ruidosa Tim Pan Alley, aquella calle “de la cacerolada” era un
hervidero de letristas y compositores que hacían un ruido infernal 25 horas al
día. La llamaron la calle de las canciones, y los más célebres músicos que la
afinaron fueron judíos, se decía que para comprender América tenías que viajar
primero a Rusia.
En la música judía hay cómo en el blues una lágrima, un
grito, esa capacidad de reírse de la mala suerte de la vida. Los judíos fueron
los nómadas que empezaron a conformar país, cambiaron incluso sus nombres por
otros americanos, porque para ellos, la religión era América.
Con el lanzamiento de “The Jazz Singer” Al Jonson que era
judío y black face, solía decir “el jazz es la música de los judíos
interpretada por los negros”.
A finales del siglo XIX, periodo de grandes descubrimientos,
cómo la luz eléctrica, el gramófono, el cine… surge la primera generación de
compositores y letristas, George Gershwin, Jorome Kern, Paul Robson…
Al jazz le siguió el blues, y a este el boggy boggy, un tipo
de música que parecía el ritmo de un tren. Con los felices años ’20 llegó el
Charleston, y la liberación femenina de las “flappers girls”. Se escribieron
shows para Brodway y se consolidaron las Big Band.
Todos estos reconocibles símbolos con sabor a libertad, que
poco a poco han ido haciendo nación al otro lado de las aguas, y que nos
recuerdan, que el sueño americano es en realidad una bandera de muchos más
colores.
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