Te juro que lo intento,
por más que me muerdo las uñas mo
consigo comerme los dedos
Vicente Drü
Yo tuve un trocadero de sueños dónde liaba mi sed con tu
piel trigueña
un rosario aceitunero al que rezarle brava cuando el deseo
naufragaba en brazos del invierno
cortaba tu sombra de espadaña a la medida de mi vientre
hacía viña mi cuerpo de majada intacta dónde vareaban
furiosos locos de extrarradio
yo tuve a Lorca una noche en mi cama
y por ojos tenía dos águilas que devoraban la forma con que
mirarme
que me hacían frágil antílope a su hambre
y me besaba con barro en las botas
y me volvía rastrojo a su embiste
y me gemía agotado sobre las encineras
yo tuve un campo de cráteres dónde sembrabas el viento en
molinillos impares,
un palíndromo de retales que se labraba entre las enramadas
mientras fumábamos a las espera de otra Hiroshima celebrando
la llegada del hacha
con la alegría de los locos sobre las cenizas que dejo el
césped recién cortado
noches vírgenes de aceite enteras resbalando entre las tejas
mi quebranto
mientras contemplaba la migración de altramuces de una
gasolinera a otra
catorce veranos durante
tantas cosas que mis manos recuerdan sintonizadas en la radio local
el olor a mi pino infartado
infectaba el corazón de mi padre a las puertas de esa navidad vodevil
yo tuve un rosal de tifones amarillos
y un hombre que era Lorca y dormía conmigo
y buscaba un nicho ronco y las respuestas sin curtir que
prometían los romanceros del cante jondo
y me zurcía las venas con azada fina
y me subía tan alto que me mareaba
y no,
no lograba comerse los dedos
(le frenaban las uñas)
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