y entre más pasan los años,
más me aparto del rebaño, porque no se a dónde va
(cómo el viento de poniente, Marea)
Me
golpea con malos agüeros
de cuervo
envenenado,
primero me ofrece la manzana
y después
prende fuego
a sus
palabras
y me
las arroja candentes
con
arco preciso
dónde
más duelen,
me dan,
sus
peores insultos
me dan,
sus
dañinos puños
me dan.
Vomita
su esputo de hiel
en mi
almohada,
vacía
su fiero aguijón
en mi
espalda,
me
inflama tirana,
me
muerde,
sus 5
cabezas de hidra
me
escupen furiosas
me
ladran airadas,
de
sombras apuesta mi vida
a las
peores cloacas,
se
juega mi suerte
a un
martes y trece,
me
escribe elegías,
desastres,
lamentos,
le
cambia el final a todos mis cuentos,
espera
paciente
mi
próxima herida,
promete
curarme
si
caigo en la vida,
me mece
en las garras
de
dulce guadaña
que
tiene escondidas.
Me quiere
pequeña,
callada,
distinta,
si hierro
fracaso,
si triunfo
es por
ella,
maldice
mi mente
con crueldad
creciente
me dice
y recuerda
lo mala
que he sido
porque sus
deseos
se han
visto fallidos,
y en
vez de monedas
le
cuento los sueños
en besos
y risas,
se
siente quebrada
y a mis
poesías
les pega
patadas
de hostil
ignorancia,
prefiere
mi molde
de niña
educada,
de bata
y turbina,
sin fin
de semana,
se
aferra a la idea
de que
mis errores
me golpearan
mañana, más fuerte,
y tensa
las cuerdas
dónde
la ternura
afila
su filo
y
aunque hiere,
y
aunque sangra
y
aunque corta mas que ninguna,
y aunque
escuece,
disimula,
porque tiene la ventaja
de que
madre
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gules