martes, 10 de julio de 2012

nacido el 4 julio

¿A cuánto le sale a un país la hemiplejia de un hombre?
¿A cuánto cotizan los huesos de las banderas,
los galones que luces en tu solapa de veterano?
¿A cuánto les sale a tus padres el orgullo de un hijo lisiado?
¿Qué precio tienen los colores de la lealtad?
¿A cuánto los sellos de misivas interminables
en la contienda de una gran mentira?
¿Cuántos kilómetros entre tu boca de trinchera
y sus labios de universidad?
¿Tiene tu felicidad un himno confederado?
¿A cuánto el respeto de tus ojos flotando
en una mamada de lágrimas?
¿a cuántos disparos?
¿a cuántos civiles?
¿después del desfile qué?
¿después del homenaje quién?
¿a cuánto Norteamérica sobre el mortero?
¿a cuánto el ausente olor de las minas?
¿a cuánto la patria a la guerra?

diles Ron,

¿qué cuestan tus piernas en Vietnam?



Contigo, pan y cebolla


y entre más pasan los años,
más me aparto del rebaño, porque no se a dónde va
(cómo el viento de poniente, Marea)


Me golpea con malos agüeros
de cuervo envenenado,
primero me ofrece la manzana
y después prende fuego
a sus palabras
y me las arroja candentes
con arco preciso
dónde más duelen,
me dan,
sus peores insultos
me dan,
sus dañinos puños
me dan.

Vomita su esputo de hiel
en mi almohada,
vacía su fiero aguijón
en mi espalda,
me inflama tirana,
me muerde,
sus 5 cabezas de hidra
me escupen furiosas
me ladran airadas,
de sombras apuesta mi vida
a las peores cloacas,
se juega mi suerte
a un martes y trece,
me escribe elegías,
desastres, lamentos,
le cambia el final a todos mis cuentos,
espera paciente
mi próxima herida,
promete curarme
si caigo en la vida,
me mece en las garras
de dulce guadaña
que tiene escondidas.

Me quiere pequeña,
callada, distinta,
si hierro
fracaso,
si triunfo
es por ella,
maldice mi mente
con crueldad creciente
me dice
y recuerda
lo mala que he sido
porque sus deseos
se han visto fallidos,
y en vez de monedas
le cuento los sueños
en besos y risas,

se siente quebrada
y a mis poesías
les pega patadas
de hostil ignorancia,
prefiere mi molde
de niña educada,
de bata y turbina,
sin fin de semana,
se aferra a la idea
de que mis errores
me golpearan
mañana, más fuerte,
y tensa las cuerdas
dónde la ternura
afila su filo
y aunque hiere,
y aunque sangra
y aunque corta mas que ninguna,
y aunque escuece,
disimula,
porque tiene la ventaja
de que madre
no hay más que una.



miércoles, 4 de julio de 2012

toque de queda




Lo poco que teníamos que ver con esas calles de mujeres a  las que la saliva le sabía a diez mil pollas de camioneros solitarios,

nosotros que empezamos admirando la gabardina de Camus y las resacas de Bukowski que tanto molestaba a los hombres de las levitas,

que no sé si como ellos, pero tampoco teníamos mucho dinero, y siempre,  como las primeras veces, nos pateamos estas calles con los bolsillos llenos de poemas a medias,  cuadros de Magritte, y demás rosarios tan del gusto de predicadores y mitómanos.

Que sin pretenderlo  entendimos que en el mundo que se expandía, todo rodaba fútilmente hacia la destrucción del status quo, y cómo no nos gustaba, sembramos de romances los baños de los bares, porque no  éramos los descarriados de los que hablaban los tabloides sensacionalistas del mundo,
nos querían defenestrados con sus tajos de silbatos con que recortaron las noches y las pastillas para dormir que nos habíamos prendido de nuestras plumas,

como gozosas piras a punto de eternidad, aviso,  incendiaremos las calles de la moderna Madrid exhibiendo en los ojos los disparos que tenemos preparados para cuando las cosas se pongan feas
(y aunque no os guste seguiremos apostando por la belleza para combatir vuestra pandémica sumisión)

Nuestras lunas no se rendirán al mandato de ningún sol grotesco que queráis vendernos, desparramado de frío, ansioso de médula, cómo si no hubiera tenido suficiente con los huesos de un dictador.

Si avivamos las hogueras no fue más que para desintegrar una historia pretérita que enriqueciera nuestro presente, las nubes de humo son sólo las desbocadas ideas que zumban con fiereza bajo la tapa de nuestros sesos,

día tras día, día tras día, día tras…

La primavera no es más que el primer animal en fuga de esta celda de castigo, que empezó por desnudarnos un poco más la piel para tensar las 16 cuerdas del cuerpo, único perímetro apto para la violencia.

¡Tantas veces me han entrado unas ganas locas de devolveos las piernas con que las patadas a cambio de la voz de mi sirena! De romper las estatuas de todos los que les pesa mi yo lo mismo que un documento anónimo para inmolarme el olvido de encima.

No,

no será vuestro aliento volcánico capaz de apagar tanta sed dérmica,

ni habrá prisas de selva capaz de desgastar el cuerno de nuestro rinoceronte,

no habrá ausencia de paz,

ni salvajes tijeras,

ningún toque de queda que haga de nuestro corazón 

suburbio